domingo, 7 de julio de 2013

30/7 - Luis Tedesco




Luis Tedesco (1941) nació en Buenos Aires. Es autor de los libros de poemas: Los objetos del miedo (Juárez Editor, 1970), Cuerpo (Cuarto poder, 1975), Paisajes (Torres Agüero Editor, 1970), Reino Sentimental (Torres Agüero Editor, 1985), Vida privada (GEL,1995), La dama de mi mente (GEL, 1998), En la maleza (GEL, 2000), Aquel corazón descamisado (GEL, 2002), Lomas del Mirador (Corregidor 2006), Hablar mestizo en lírica indecisa (2009) (Malón en Cautiverio (Puente Activo, 2013)

Participa activamente en la vida literaria del país como jefe de publicaciones y editor, actividades que desempeñó en Ediciones Librerías Fausto, Editorial de la Universidad de Belgrano, ECA (Ediciones Culturales Argentinas), EUDEBA, Torres Agüero Editor y Corregidor. Actualmente es el Director de Nuevohacer – Grupo Editor Latinoamericano, casa editorial que edita la revista semestral Hablar de Poesía, con dirección de Ricardo H. Herrera.

Tal como él mismo declara se dedicó siempre a la fabricación de libros. Se inició en 1963 en Omeba como corrector de estilo, luego diagramador y jefe de producción. Continúa en Librerías Fausto donde traba una sólida amistad con Lucho Torres Agüero.


Además de su producción poética ha estado siempre vinculado a las letras como editor o jefe de publicaciones en diversas editoriales: Librerías Fausto, Universidad de Belgrano, ECA (Ediciones Culturales Argentinas), EUDEBA, Torres Agüero Editor y Corregidor.

Agosto en Lecturas en el CCC




LUZ
Es domingo, las seis de la tarde de un domingo de invierno. Las cosas se añaden entre sí, vagamente tumultuosas, luego se apagan. No les debo trazo de imagen, pero nada hago para salir del letargo de la casa. Veo sobre la sombra lo que la sombra ve. Muchísimo tabaco y muchísimo café se agregan al grave licor concedido a la quietud de mi cuerpo. Todo está donde debe estar, todo cayó en el lugar dispuesto por la hegemonía del Maniatar Sucesivo. Esa es la norma: preservar lo constante, restañar lo desasido de su forma. Es domingo, es una fría tardecita de invierno y anochece. Crezco y decrezco en claroscuro silencio, sin extensión, sin vorágine de lucha la encarnación que soy, esfumado contorno de alguna consistencia. Me prefiero así: impreciso, postergado, desprovisto de lámpara, lejos, por ahora, el simulacro de luz que retiene lo constante.